Con 14 años se trasladó a Salamanca buscando un sueño, convertirse en jugadora de baloncesto. Veinte años después, Amaya (Alcobendas, 18-08-76) lo ha ganado casi todo: Ligas, Copas y hasta tres anillos de la WNBA. Sólo se le resiste el oro europeo, pero Polonia está a la vuelta de la esquina.
Ya ha pasado más de una semana desde el bronce mundial. ¿Lo ha asimilado?
Poco a poco. Sigo con la agenda muy apretada porque de la noche a la mañana nos hemos hecho famosas.
Pero usted ya era famosa, porque si se piensa en baloncesto femenino, se piensa en Amaya Valdemoro.
Soy afortunada porque soy la cabeza visible, pero entreno lo mismo que todas mis compañeras. Ojalá este bronce sirva para que se reconozca el trabajo que hacen ellas en el anonimato.
Siendo la cabeza visible, ¿se siente con más responsabilidad?Leer +
No. La responsabilidad la tengo cuando salto a la pista. Además, el año pasado fue tan duro (pasó varias lesiones) que pensé que, con todo lo que había ganado, lo único que me quedaba era seguir disfrutando.
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