El caso de esta joven teldense de doce años, Irene Rodríguez Manzaneda, es uno más de los cientos de chicos/as, que ávidos de conocimientos y de profundizar en el ajedrez se acercaron a una modalidad, que no siendo de masas, llegó a consolidar en gran parte gracias al empeño de su padre, veterinario de profesión, que intuyó que su hija podría despuntar en esta disciplina. Leer +
miércoles, 27 de octubre de 2010
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