Para muchas personas, el destino tiene un rol determinante respecto de sus vidas. Una de ellas es Justine Henin , nacida en Bélgica un primero de junio de 1982 y mundialmente conocida por su descollante trayectoria como tenista.
Cuando tenía apenas 11 años, concurrió con su madre al torneo que más le agradaba, Roland Garros, y le prometió que un día iba a ganarlo.
Un año después fallecía el ser que ella más quería, con lo que el deseo de cumplir lo prometido se hizo aún mas fuerte.
Sus problemas iban a aumentar significativamente, dado que por diferencias muy grandes con su padre y hermanos, a los 14 anos, decidió continuar su camino sola.
Pero hubo una circunstancia que haría que su vida emprendiera un rumbo positivo. Conoció al argentino Carlos Rodríguez quien a partir de alli, se convirtió no solo en su entrenador sino también en un segundo padre y además la incorporó a su familia.
A los 15 años Justine comenzó a concretar la palabra dada a su madre años atrás. Ganó el certamen de Roland Garros para menores de 18 años. Y ya jugando como profesional, se llevó el trofeo tan preciado en cuatro oportunidades, imaginando que su madre desde el cielo le brindaba una gran sonrisa.
Su vida, una verdadera película, continuó luego de que habiendo ganado siete titulos de Grand Slam y siendo número uno del mundo, decidiera retirarse de la actividad, único caso en la historia del tenis femenino.
Dieciocho meses después, y ante la sorpresa primero de Carlos Rodríguez y luego del mundo del tenis, Justine decidió volver.
Su primer torneo la encontró como finalista del certamen de Brisbane dos semanas atrás, donde perdió ante su compatriota Kim Clijsters luego de contar con dos bolas de partido.
Y habiendo recibido una tarjeta de invitación para competir en el primer torneo mayor de 2010, el Australian Open, el presente indica que ya se ha clasificado para las semifinales.
Una gran campeona con una vida de tristezas, ya que a lo ya comentado, debemos agregar un doloroso divorcio de quien estaba muy enamorada, pero también con enormes alegrías derivadas de su enorme talento para el que alguna una vez fue llamado el deporte blanco.
Hoy la espera un nuevo desafio: volver a ser la numero uno del mundo y ganar el único Grand Slam ausente de sus palmares, Wimbledon.
Fuente: El Siglo.
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